Feliz Año Nuevo 2013

Para que este año lo empecemos sin miedo...


Miedo
por: Karen Gould

Había una vez una Mujer que vivía con Miedo. Como se comprenderá no lo había planeado así, lo que pasó es que el Miedo se mudó a vivir con ella desde que era muy pequeña y ahí había vivido desde entonces. Ella se acostumbró a su presencia a pesar de lo desagradable que era convivir con él, pues era un personaje muy grande y muy fuerte con unos colmillos largos y venenosos que, a ella, cada vez que la mordía, le paralizaban el corazón y le debilitaban los músculos. Sin embargo solamente la mordía cuando ella hacía algo que a él le molestaba.
Un día, la mujer decidió hacer algo que anhelaba: algo novedoso, algo para ella misma… aunque no estaba segura de poder lograrlo. Al miedo no le agradó esta idea y la amenazo: si lo intentaba él la mordería con mas fuerza, mucho más fuerte de cómo lo había hecho antes. Pero la mujer estaba decidida y dijo que de todas maneras iba a tratar. Así que el Miedo la mordió tal como le había advertido. Ella sintió que su corazón dejaba de latir y que sus músculos se debilitaban, pero no abandonó la lucha para lograr algo nuevo. Entonces el Miedo la agarró, la tiró al piso y se sentó sobre su pecho. Ella se defendió pero el Miedo era más pesado, demasiado fuerte y grande. Ella siguió luchando todo el día pero al caer la noche se dio por vencida, y exhausta se durmió…
Al día siguiente la mujer comenzó nuevamente a tratar de hacer algo nuevo, y como el día anterior, el Miedo la alcanzó… pero antes de que la tirara, ella le metió una zancadilla y el perdió el equilibrio cayendo al suelo. Enfurecido se levantó y la embistió con mas fuerza, pelearon y pelearon. El Miedo trataba de morderla mientras ella trataba de detenerlo para que no lo lograra, pero por supuesto eventualmente la mordió. Así, una vez mas, su corazón se paralizó y sus músculos se debilitaron; ella dejó de luchar y rendida se durmió.
La batalla se reanudó al día siguiente y así por muchos días más. La mujer siempre resultaba derrotada, pero sus músculos fueron fortaleciéndose y pudo descubrir los trucos que el Miedo usaba en los pleitos y encontró sus puntos débiles, su cuerpo también aprendió a reconocer el veneno y a fabricar antídotos para protegerse. Ahora su corazón respondía latiendo con mas rapidez y fuerza y sus músculos se hacían más poderosos, a pesar de que el Miedo la mordía más y más, ella no caía y seguía luchando contra él.

Un hermoso día de cielo azul y aire transparente, después de haber luchando todo el día, por fin la mujer pudo sujetarlo en el piso y ponerle el pie en la espalda. Inclinándose hacia el le dijo: “Te he vencido, así que ahora vete.” Y el Miedo desapareció quedando ella tan perpleja que perdió el equilibrio y cayó, pero se levantó enseguida y el resto del día se dedicó a hacer cosas nuevas mientras canturreaba alegremente pudiendo disfrutar su casa sin la presencia del Miedo. Antes de dormir hizo planes de todo lo que haría al día siguiente, ahora que ya no tendría que pasar su tiempo peleando. ¡Estaba tan entusiasmada que casi no podía dormir!
Su primer pensamiento al despertar fue el recuerdo de que ayer había vencido al Miedo y con una sonrisa se levantó de la cama. Cual no sería su sorpresa al ver al Miedo sentado en una esquina del cuarto, tan grande, fuerte y feo como de costumbre.  “¡Qué haces aquí, si yo te he vencido!” gritó ella. “Ah pero eso fue ayer” respondió el Miedo haciendo una mueca, “Si quieres que hoy me vaya tendrás que vencerme nuevamente.” Y acto seguido, se levantó acercándose para reanudar la batalla. Pero mientras peleaban la mujer notó que hoy el Miedo parecía más pequeño en comparación con el día anterior. Si, estaba segura, ayer él era más alto que ella y hoy eran de la misma estatura. Esta vez solamente pelearon medio día ya que la mujer logro derribarlo y sostenerlo en el suelo mientras le decía: “Te he vencido, ahora vete.” Nuevamente el Miedo se esfumó pero ella ya no se sorprendió pues estaba preparada y no se tambaleó al verlo desaparecer. La mujer pasó el día haciendo cosas nuevas y esa noche se fue a dormir muy complacida.
Al día siguiente, sentado en la esquina acostumbrada, el Miedo simplemente hizo una mueca cuando la vio pasar. Al ponerse en pie para la batalla, la mujer se dio cuenta que el Miedo le llegaba solo a la barbilla, así que devolviéndole la mueca pudo pelear y vencerlo antes de medio día, con lo que tuvo más tiempo para disfrutar.
Al día siguiente el Miedo solo le llegaba a la cintura, así que ella le dijo; “Te guste o no, me voy a recoger moras al monte” y cuando él se le acercó, simplemente lo empujó y siguió su camino. Pero llegando al monte se encontró frente a un oso grande y hambriento que se enfureció al percatarse de que la mujer le estaba robando su comida. Cuando el oso le gruñó y empezó a perseguirla, ella estaba convencida de que moriría ya que el animal corría con más velocidad.
Afortunadamente, esa mañana la mujer no había realmente vencido al Miedo, ni tampoco lo había corrido (algo muy importante cuando uno sostiene una pelea con él) así que en ese momento se le acercó por atrás y la mordió. De inmediato su cuerpo ya entrenado, produjo el antídoto: la medicina anti-miedo que aceleró su corazón y dio fuerza a sus músculos. A continuación el Miedo la tomó de la mano, la jaló y los dos corrieron a gran velocidad. La mujer sin soltar la canasta de moras corrió como nunca lo hubiera imaginado; el oso la perseguía pero pronto desistió, era demasiado esfuerzo y estaba muy hambriento. Quedaban suficientes moras, así que regresó al monte y pudo comer a satisfacción.
Cuando la mujer acompañada por el Miedo llegó a su casa quiso a agradecerle, pero él estaba furioso y no quería oír agradecimientos (pues a pesar de tantos pleitos, en verdad, no quería ver a la mujer lastimada.) “Pero ¿en qué estabas pensando?” “Si me hubieras hecho caso no te habrías encontrado frente a un oso en medio del monte.” “Pero tampoco tendría estas deliciosas moras” contestó ella. Al oírla el Miedo estalló en furia y nuevamente quiso pelear, pero la mujer que estaba muy cansada por la carrera lo dejó ganar rápidamente y esa noche se fue a dormir con una sonrisa de satisfacción y el estómago lleno de pastel de moras.
El Miedo vino al día siguiente y la mujer notó que estaba más alto, le llegaba nuevamente la barbilla. Llena de curiosidad le preguntó por la causa y el Miedo, levantando los hombros le dijo: “Cuando me dejas ganar, me fortalezco.” Nuevamente pelearon hasta bien entrado el día hasta que ella lo venció y le dijo que se fuera.
La mujer decidió que pelearía todos los días contra el Miedo para que se fuera haciendo más pequeño y por fin se fuera para siempre. Pero recordó cómo él la había ayudado cuando se topó con el oso, así que buscó un viejo pedazo de cuero macizo y resistente con el que confeccionó un morralito del tamaño de su puño y con un buen cordel se lo ató a la cintura.
La mujer decidió que la batalla terminaría cuando el Miedo se encogiera lo suficiente para meterlo en el morralito y así lo llevaría siempre consigo para cuando lo necesitara. Como recordarán, al comienzo de esta historia dije que la mujer se había acostumbrado a vivir con el Miedo.

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